“El café concert era democrático”: una charla con Lino Patalano
Lino Patalano es un productor teatral argentino, actual director general del Teatro Maipo. Fue fundador en la década del 70’ de algunos de los más legendarios café concerts de Buenos Aires: El Gallo Cojo, La Gallina Embarazada y El Pollito Erótico, donde se presentaron grandes figuras como Cipe Lincovsky, Antonio Gasalla, Niní Marshall, Edda Díaz, María Rosa Gallo, Enrique Pinti y Carlos Perciavalle.
PA: Cuénteme un poco de su trayectoria, sus comienzos…
LP: Bueno, yo soy italiano, a los 13 años empecé a trabajar de carpintero, a las 15 entré en el Grupo Música Ligera de Riccordi, que era la música popular de la época, y a los 18 años entré en el teatro Regina de cadete, porque el Regina era el nuevo teatro de Avenida Santa Fe donde pasaba todo. Se inauguró con ¿Quién le teme a Virginia a Woolf? que fue la revolución del teatro de los 60’, del teatro moderno. Y bueno en el Regina yo participé como secretario privado de la dueña María Luz Regás y ahí estuve cuando se presentó Juguemos en el mundo, la primera vez que María Elena Walsh se subió a hacer un espectáculo ella sola, estuve la primera vez que Piazzolla hizo teatro y que Mercedes Sosa hizo teatro, cuando Sabato y Falú hicieron Romance de la muerte de Juan Lavalle, en La vuelta manzana de Hugo Midón. O sea, todo pasaba por el Regina. Y bueno, un día me enojé, como todos los hijos se enojan con la madre, ¿y qué pasaba? Para comprar un teatro no tenía, entonces con un grupo de amigos vimos un agujero en Libertad y Santa Fe, lo alquilamos, y ahí nació La Gallina Embarazada, que fue el primer café concert que tuvimos. Eso fue un 18 de septiembre del 70’, y el 18 de diciembre del 70’ abríamos El Gallo Cojo con Cipe Lincovsky. Y después en el 72’ abrimos El Pollito Erótico con Gasalla. Yo creo que el teatro es el teatro, o sea, después le podés llamar comedia musical, le podes llamar revista, le podés llamar circo, pero para mí hasta las iglesias evangélicas hacen teatro. Ahora qué pasa, el café concert acá venía aparejado de lo que fue el teatro independiente, que en Buenos Aires tuvo un crecimiento increíble. Uno de los primeros espectáculos de café concert, allá por el 60’ y pico se llamaba El tiempo de los carozos que lo hacía Marilina Ross con el grupo de Stivel, después estaba Bergara Leumann que hacía otro estilo que fue La Botica. Después estaba La Fusa que hacían espectáculos más shows. Y estaba La Cebolla. Y nosotros hicimos una cosa distinta, hicimos café concert más enfocado al teatro, porque el café concert en esa época empezaba cuando vos llegabas, y nosotros no, nosotros empezábamos puntualmente, a las once de la noche, y tenía un comienzo y un final. Las copas se regalaban con la entrada, no se compraban, no había en las mesas mozos que te servían. Y estaba más enfocado a los unipersonales: Edda Díaz hizo Orgullosamente humilde no sé cuántos años, Cipe Lincovsky Yo quiero decir algo, Marilian Ross hizo Solita y sola. Eran espectáculos unipersonales, pero en el caso de Marilina Ross el texto era de Talesnik, la escenografía de Cytrinowski, la voz de Carella, la dirección de Stivel. Y bueno también, Niní Marshall, que fuimos un día a su casa cuando ya se había retirado. Ella había hecho café concert en Chile muchos años antes. Y después obviamente se puso de moda el café concert, y por ejemplo, en la calle Defensa en San Telmo era como ir ahora a Las Cañitas: restaurant, shows. Maravilloso. Nacha Guevara, Les Luthiers, Susana Rinaldi, todos salieron de ahí. Y cuando vino la época infame, bueno, lamentablemente al que no mataron se tuvo que ir, y los que no nos tuvimos que ir, tuvimos que autocensurarnos. Y obviamente el género cayó en desgracia, porque era siempre algo novedoso, y cuando se tuvo que caer en lo obvio, ya la cosa se murió.
PA: ¿Y todos esos espectáculos se identificaban como de café concert?
LP: Sí, pero estamos hablando de un género que está siempre puesto en lugares no convencionales, por ejemplo en los 70’ eran incomodísimos los café concert, pero ¿qué pasaba? Estábamos viviendo una época muy difícil y a la gente el tocarse uno con otro, o sea la comunión que había, también le servía como una forma de defenderse de lo que nos tocaba vivir.
PA: Usted nombró la palabra género, ¿Piensa al café concert como un género? Le pregunto porque entre los mismos hacedores de café concert hay un cierto debate sobre si es un género teatral o simplemente un espacio.
LP: Para mí café concert es como teatro, en el teatro podés hacer lo que sea. El café concert es un espacio como el teatro donde se hace todo tipo de cosas, es un espacio, un estilo de lugar, más que un género. Un género sería por ejemplo, la revista, el drama, la comedia. Pero el café concert también tiene la revista, el drama, la comedia. Claudia Lapacó hacía Sexy-bon que era una revista que hacía con Velasco Ferrero; Mabel Manzotti hacía un espectáculo unipersonal y contaba su vida; María Rosa Gallo hacía los clásicos y mezclaba con poesía. O sea no es un género, es un estilo de espacio para presentar espectáculos.
PA: Pero ese espacio a la vez condiciona lo que se presenta ¿Verdad?
LP: Todo lo que salía del café concert se podía hacer en el teatro, pero lo del teatro no se podía hacer en el café concert. Edda Díaz con Chiquitita como soy pasó de El Gallo Cojo de 170 lugares a El Nacional, e hizo una temporada de seis u ocho meses vendiendo 998 entradas por función. Y Niní Marshall empezó en El Gallo Cojo y terminó en el Teatro Odeón. Era un poco también la novedad, porque lo que te permitía el costo fijo de los lugares de café concert -que es mucho menos que un teatro- era experimentar nuevas cosas y a partir de ahí, eso crecía. Pinti por ejemplo debutó en La Gallina Embarazada, había días que hacía función con tres personas, y a los dos años, llenaba todos los teatros.
PA: ¿Y qué diferenciaría el café concert de otros espectáculos cercanos como el music hall o el cabaret?
LP: El café concert es el espacio, el espectáculo puede ser cualquiera. Lo que le da la especificidad es el espacio, el café concert es más chico, el cabaret es más grande, por ejemplo. Por lo general, en el café concert se mezclaba la dramaturgia con música, en cambio el teatro tradicional era más de la palabra. El café concert es un bar con variedades, ese es el rubro. Y acá era una fiesta y un desarrollo del cerebro a la vez. Por ejemplo, terminaba la función Edda Díaz, después había copas y en medio de eso aparecía Mercedes Sosa, se sentaba en un banquito y cantaba Te recuerdo Amanda a cappella. Ese era el juego. A Cipe Lincovsky una noche vino a verla Victor Jara. Era así. Una noche estábamos haciendo Y… se nos fue de repente con Niní Marshall y vino Daniel Rabinovich y se sentó y se quejaba porque tenía adelante a un tipo altísimo de dos metros que no lo dejaba ver nada: era Julio Cortázar!
PA: ¿Y qué pasaba con la relación con el público? Eso es muy particular en el café concert y es algo que se pierde en un teatro grande. En ese sentido el espacio modifica el espectáculo.
L: Se pierde una cosa, y se gana otra. Hay una comunión con el público que es distinta.
PA: Si tuviera que definir el café concert…
LP: Yo diría que es como un nido para empollar, como una incubadora para nuevas propuestas, nueva gente. Eso primero, y también es un espacio para cuando los grandes quieren tener una cercanía con la gente y bajan al café concert para comunicarse.
PA: ¿Se podría pensar como un modo de producción alternativo?
LP: Más que alternativo era una posibilidad para aquellos que no tenían plata. El café concert servía para impulsar gente del anonimato a la popularidad.
PA: ¿El público era diferente también?
LP: Claro. Bueno, por ejemplo, en nuestros café concert, teníamos una línea para que los estudiantes pagaran menos la entrada, con cupos y demás. Una noche Cipe Lincovsky hacía un monólogo que decía que a un estudiante lo habían matado en la puerta de la universidad. Era la época del Cordobazo, y un tipo en la platea grita “¿Por qué no le cantás a los policías muertos?”. Y se levantan unos chicos y le dicen “¿Por qué no te vas vos, asesino hijo de puta?”. Era el ex gobernador de Córdoba. Obviamente se tuvo que ir. Pero después había cosas maravillosas, por ejemplo Manrique, que era el Ministro de Bienestar Social, iba a ver a Nacha y Nacha le cantaba “¿De qué se ríe, señor ministro, si la gente se muere de hambre?”. Lo que pasa es que después todo eso se pagó muy caro.
PA: En este sentido ¿había una suerte de “democratización” en el café concert, en cuanto al acceso que tenía el público?
LP: Sí, tal cual. El café concert era democrático, porque ahí te encontrabas con Ernestina Laura Herrera de Noble, recién dueña de Clarín, con el Padre Mugica o con el verdulero. Ahí convivían todas las clases sociales. Porque el arte es para todos, no solo para los intelectuales, el arte lo gozan todos por igual, el arte es una real democracia pluralista. Y en el café concert se encontraba toda la gente que estaba buscando algo distinto.
PA: ¿Y había conciencia de que se estaba haciendo algo distinto?
LP: No, yo hacía café concert porque no tuve plata para comprarme un teatro. Después fuimos adquiriendo conciencia, cuando se tuvo que dar un paso más, para no quedarse encerrado en un ghetto. El café concert era un vehículo para expresar lo que uno no podía expresar por problemas de convocatoria, por problemas de ideología, por todos los problemas que trae acarreado la actividad.
PA: Estaba muy ligado a la actualidad, que es también algo propio del café concert, ¿No?
LP: Sí, eso es algo muy propio. Era la revolución de los 60’. Buenos Aires competía con París y Nueva York codo a codo, y no sé hasta qué punto no era más Buenos Aires. Y ahora estamos de vuelta en eso, por suerte. Con espacios alternativos que hay miles, y se llenan todos, es una movida maravillosa. Argentina artísticamente hablando es tan importante porque tuvo la suerte de que vinieran desde 1800 los mejores artistas del mundo: cantantes, compañías, ballets y a partir de eso se hizo una escuela netamente argentina. Nos lo apropiamos. A la Argentina venía la Comedie Francesa, el Berliner Ensamble. Eso hace una escuela y por eso tenemos artistas tan buenos y tan distintos a todo el resto del mundo.
PA: ¿Y cómo ve el teatro hoy?
LP: Tengamos en cuenta que el mundo cambió, ahora tenés el Whatsapp, el Facebook. Hay una nueva manera de comunicar, una nueva forma de vender, pero en definitiva el último arte vivo que queda es el teatro. El futbol lo ves por televisión, el cine lo ves por televisión, pero el teatro no lo podés ver en televisión. El teatro es una misa de cuerpo presente.
Fotos: Gentileza Teatro Maipo