Ojotas: La distancia hacia la ternura
La puesta en escena de (ópera prima como director del reconocido actor y cantante de tangos, Guillermo Frick) realizó funciones en el Teatro de La Abadía, del centro-norte de la ciudad de Santa Fe
Una escena despojada, casi vacía: solo cuatro cubos negros y un perchero en un costado de la escena, casi se diría, en un fuera de escena. Los cuatro cubos, fundamentales en el andamiaje escénico por su sola presencia, su soledad en la escena, construyen volúmenes que modifican el sentido de esa escena: un constructivismo sencillo, pero constructivismo al fin. La iluminación está centrada en esos cubos, predominantemente frontal, apoyada por una calle que también centra los cubos. Todo eso se aprecia apenas se ingresa a la sala. Pareciera no haber misterio en la escena porque los personajes ya deambulan por su espacio lúdico, inmersos en lo suyo, sin apenas prestarse atención. De repente algo cambia. Los actores se transforman en tramoyistas, modificando el espacio, corrigiéndose entre ellos y solucionando como pueden problemas surgidos ante nuestros ojos. En consecuencia, la estética de la puesta se ofrece enseguida: un realismo anulado por un recurso escénico efectivo, al cual se suma otro consistente en corporizar un personaje en un objeto. Con lo cual se ingresa en un terreno conocido como realismo mágico o también (me gusta más) como el dominio de lo real maravilloso. ¿Por qué ocurre eso? Porque ninguno de los personajes duda sobre la realidad de ese nuevo integrante de la escena. Ese elemento nuevo tiene una expresión fantástica que es admitida como real. En ese juego de nueva apariencia no hay truco ilusionista, es el puro material escénico que se trasviste de presencia. Por esta vía la puesta entra en un camino sinuoso, un desfiladero podría decirse. Una pequeña torsión la llevaría hacia otros confines. Dicen los que saben que lo fantástico encarnado en presencia es la fórmula definitoria de lo siniestro. La puesta sortea este “peligro” yendo por el lado de la ternura. En efecto, un halo de sentimientos heridos en esos personajes, jóvenes, que están asomándose a la vida, genera en nosotros los espectadores entrados en años -quiero decir en mí- un reflejo de empatía que nos lleva hacia la ternura. Porque la puesta nos presenta una etapa de la vida, cultural, social, de ineludible actualidad: el mundo escolar. Los personajes remiten inmediatamente a ese mundo, en donde las resonancias se amplifican. Pequeñas cámaras del hormiguero en donde los conflictos entre las hormigas obreras se resuelven de la manera más pragmática. Aunque no siempre es así. En esos momentos en los que no siempre es así aparece lo tierno. Uno recuerda esa etapa de la vida donde el medio lo es todo: fuente de posibilidades, de aventuras, de infelicidades, de locura. Y en algún momento de esa vorágine es necesario parar la pelota y escuchar una palabra tierna, una palabra que serene por ese medio lo que se vive con el peso de una verdad vital. Hoy en día en que se habla y se habla y se habla de informar, visibilizar, deconstruir; viene bien el recuerdo de esa palabra tan olvidada y, por qué no, menospreciada: ternura. La conciencia reflexiva no tiene por qué ser seca, ambiciosamente dueña. Que un objeto suma el papel de conciencia reflexiva es un absurdo. ¿Será que solo por medio de aceptar el absurdo y no pretender pragmáticamente resolver los conflictos es que se encontrará una vía de encuentro? Son preguntas que me surgen luego de ver la puesta y creo que, justamente, no las responde, solo las plantea. El espejo de lo absurdo realza detalles inexplorados por no atisbados. Enfrentarse a “los padres”, vivir en un mundo “machista”, entablar conversaciones fuera de ese y “todos los mundos”, son momentos en los cuales se atisba lo presentido: qué tan lejos estamos de la ternura, de uno y de otro.
Una fábula pequeña, que se carga de resonancias al ser puesta con recursos no realistas, con actores en varios roles, excepto uno, clave. Buenas actuaciones, con convicción, remarcando arquetipos como recurso de estilización. Con una estructura temporal lineal que se apoya en lo paradigmático para permanecer concentrada y dividida en escenas-cuadros como recurso constructivo, queda al borde de lo repetitivo, pero anula ese “riesgo” con puros recursos actorales extraídos de otros géneros.
El universo sonoro apoya y acompaña a la generación de un marco escénico que se proyecta hacia el pasado. Es el único elemento del andamiaje escénico que refiere a las huellas. Y por eso mismo se me ocurre fundamental. En el momento de ver la puesta me sentí interpelado, tal vez mejor decir transportado, por esa música hacia un patio frío, en una mañana helada, mientras se izaba la enseña patria…
Esta puesta, no es un dato menor, es la ópera prima de su autor y director. En poco tiempo me ha tocado ver dos puestas en esa condición, siempre tan auspiciosa. Aunque, como pocas veces supongo, tan diferentes en su concreción. Una pletórica, fractal, y ésta sencilla y controlada. ¿Cómo se hace para transitar entre un modo y el otro? En este caso que me ocupa, la economía de recursos muestra sus ventajas. Aunque, si me pongo de nuevo irreverente (¿por qué será que lo estoy haciendo en las últimas críticas?), así como en el otro caso se me ocurrió sugerir comprimir algunos pasajes en éste podría decir lo contrario: expandir y precisar algunos. Tanto pasajes como personajes. Sobre todo, el personaje de la Maestra, que revela, en un momento clave, una cualidad apenas manifestada, plena de derivaciones, de connotaciones. Implicaría, por supuesto, una labor de evaluación y contrapeso que podría hacer aparecer, incluso, una nueva versión, explotando las posibilidades escénicas y textuales que presenta. Lo bueno de un modo y lo bueno del otro, se me ocurre. Me he puesto salomónico. No era mi idea. Pero tal vez esa sea otra de las características de esta puesta que me ha impregnado: el equilibrio.
Para ir finalizando, una ópera prima que se aparta de lo que creo es habitual en estas ocasiones en pos de la sencillez y el equilibrio y, aún así, intenta indagar en carencias flagrantes de nuestra vida de hoy, tan atenta a vaciar contenidos para reemplazarlos por otros, y recordar que una caricia en ese momento, justo en ese momento, vale más que todos esos contenidos.
Ficha Técnica
Actúan: Mariana Frick, Camila García, Franco Castelnovo
Dramaturgia: Guillermo Frick
Técnica: Yamila Cantero
Sonido: Esteban Coutaz
Iluminación: Sergio Robinet
Escenografía: Mariana Frick
Gráfica: Franco Castelnovo
Dirección: Guillermo Frick