Voces de la escena desde Córdoba: Jésica Lourdes Orellana y Julieta Reyes (entre la fábula, la acción y la voz de poeta)
por Soledad González
Entre el decir y el mostrar toma cuerpo un hacer poético y un saber hacer técnico. Este artículo inaugura un proyecto-deseo de cronicar las prácticas de escrituras dramáticas que en estos momentos históricos y contingentes no son repetitivas, son emergentes y disidentes. La voz de estas dos dramaturgas no se distancia ni de la fábula ni de la acción porque al elegir que mirar-mostrar del mundo en la escena, adoptan una distancia empática y cambiante, con una perspectiva muy trabajada para acercarse y alejarse, del objeto y de la experiencia que iluminan, como la pulseada cotidiana entre la ternura y la crueldad, entre la ironía y la gravedad, nos arrojan a la complejidad, los grises, los claroscuros de una experiencia común del mundo hoy.
Jésica Lourdes Orellana y Julieta Reyes escriben para la escena. Se trata de escrituras vivas, en movimiento, que buscan evolucionar y diversificar, que confían en el ritmo y en la respiración del actor para ser orgánicas. Ambas son egresadas de la Licenciatura en Teatro de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), donde no existía hasta este año una materia llamada Dramaturgia. Tras pasar por el programa de posgrado en Dramaturgia de la UNC, en 2015 las reencontré en el taller para “Clavadistas dramáticos” en el cual propuse trabajar la literalidad como motor privilegiado de la teatralidad. El taller cerró con la performance de lecturas “Obra máquina/obra paisaje”, categorías compositivas de Michel Vinaver. La obra de Jésica fue una obra máquina, Un living peronista y la de Julieta, una obra paisaje, Calle pública sin número.
A propósito de su texto, Jésica propone: “En Un living peronista, lo que quiero trasmitir al final de la obra es que el abuelo le da fortaleza a la nieta, ya que confía en ella para renovar las ideas políticas, por eso al final el viento de la pampa se lleva todo, incluso al viejo living peronista. Mi objetivo era reivindicar el lugar de la mujer en la política”. El teatro abre un lugar de preguntas esenciales sobre la escritura y puede ser el lugar donde encontrar una voz poética y un pensamiento filosófico y político sobre lo que se desea decir y mostrar. Un living peronista, es una especie de grotesco al estilo La nona, mezclado con un Hamlet donde el fantasma del abuelo muerto pide venganza a la nieta, y en su clamor enigmático frasea fragmentos del pensamiento de Perón. Sólo se materializa y se hace oír a través de frases del general. Una comedia brillante que actualiza el pensamiento del líder, en una familia ensamblada y popular. Por su parte Julieta, presenta la obra paisaje Calle pública sin número, una sucesión de cuadros que mezcla un teatro del cotidiano en contexto rural con un animismo poético que denuncia el desequilibrio medioambiental planetario. Ambas lecturas en espacio tuvieron una buena recepción, pero no llegaron a ser puestas en escena aún. La primera en clave costumbrista, la segunda en clave performática ensamblada a paisajes sonoros y visuales. En Calle pública sin número, hablan los árboles:
Llueve
Cuando queremos descansar y dejamos de sostener el cielo
Hay tsunamis en México
Cuando nuestras ramas se acalambran
Hay terremotos en Chile
Cuando nos pica la espalda y nos rascamos
Los volcanes resucitan
Cuando abanicamos nuestra cabeza
Hay viento
Y cuando nos excitamos
Hay incendios
En los años que siguieron al taller, Jésica fue madre y Julieta viajó por América del Sur dando talleres de encuadernación y actuación. Estas experiencias están inscriptas en sus miradas y sus distancias, en la intermitencia que permite detener la producción para escuchar y encontrar qué decir. En 2017, Jésica recibe el primer premio provincial de dramaturgia con su obra Fábula Inmoral, esta vez se trató de una obra paisaje, más estallada, con textos confesionales que exponen situaciones sin una lógica lineal. Nos habla de un lugar distópico donde el agua es central en el vínculo enrarecido entre tres, una mujer de 46 años, un hombre de 36 y un niño de 7. La noción de infancia se desdibuja en este paisaje, las palabras de este trío son río, incontinente, se entrecruzan en un baño, la intimidad de esos vínculos en el espacio más íntimo de una casa donde aún queda una bombita de luz. Poética que trae a través de lo relatado, las voces de lo social, un clima de época cruel, y la disputa por encontrar algo de ternura, de protección y de deseo en los corazones de esta micro sociedad con exigencias de consumo pulverizadas, hiperbólica en sus carencias, donde el sentimiento maternante se confunde con gestos desesperados por sobrevivir. Una práctica escritural que tensiona los niveles metafóricos, analógicos, con el cotidiano cercano en un tiempo que parece un presente desfasado, envuelto en la ilusión de lo lejano. En esta complejidad que se abre a la superposición de planos, la fábula inmoral no se nos escapa. Jésica construye metáforas claras, donde la voz poética también es acción. La humedad del baño ayuda a que esas voces se sostengan y fluyan en un devenir emocional de permanente ambigüedad, visible e invisible, denotativo y metafórico. Un triángulo enrarecido, al modo del teatro de la amenaza de Harold Pinter. Rafael y el Niño son una pareja con un vínculo anterior a Claudia, y ella es el animal que ha entrado a sus vidas para convertir la casa en una madriguera que se torna asfixiante para el niño y refugio para las fobias del adulto. De Fábula Inmoral:
Rafael.- Sabés que no me gusta la oscuridad, y lo sabés bien Claudia, siempre te digo lo mismo. Es de noche, no hay razón para estar en oscuridad.
Niño.- (Amenazante) Dejalo encender las luces de la casa o saco el tapón de la bañera Claudia. Y lo digo en serio…
Claudia.- Vos sos muy chiquito para amenazar…
Rafael.- ¿Ahora también tenemos que ahorrar en luz?
Niño.- ¿Es para no vernos a la cara?
Rafael.- No se puede ahorrar en todo.
Niño.- ¿Para no ver la casa?
Rafael.- Quiero tener luz, como el vecino, como la calle.
Al referirse a su segundo texto, Julieta señala: “La Joroba se gesta en una primera instancia con la intención de hablar sobre lxs desaparecidxs, una temática que puede resultar hasta demodé y que corre el riesgo de caer en lugares muy vistos. En el transcurso de la escritura fueron apareciendo otras temáticas que acompañaron y enriquecieron esta premisa, le dieron actualidad y la sacaron del contexto nacional para expandirla a Latinoamérica. Hay una intención poética y política que reflexiona sobre nuestra historia más reciente e inevitablemente linkea hacia atrás, y visualiza hacia adelante, planteando un universo distópico del que, lamentablemente, no estamos muy lejos”. En La Joroba, obra que Julieta escribe en viaje y decide montar en Córdoba en este 2019, también aparece una poética de la amenaza en el interior de una casa, son tres personajes de diferentes edades, sin lazos filiales, sino más bien unidos por un vínculo laboral y utópico. Se suma una voz que funciona como coro y un pez cíclope mutante que dice a través de las imágenes que quedaron en su retina. La acción poética derrama una mirada precisa sobre el mundo y los temas por iluminar nos remiten a la ilusión de un tiempo por venir, aunque sabemos que lo relatado ya pasó, lo peor ya pasó. Entre los personajes existe un reflejo de utopía, un proyecto, aunque dilatado, de fundar una biblioteca popular barrial. El final es tan solo la suspensión de un pensamiento en términos de acción. Pensamiento que va a seguir resonando durante y después: ¿qué nos queda?, ¿qué no estamos pudiendo ver?, ¿qué relación posible entre ideales y realidad?, ¿entre escena y mundo?
Lo que subyace en mi experiencia de recepción de estas prácticas de escritura es una apuesta por el extrañamiento y la cercanía de las metáforas por sobre la parodia del embrutecimiento. Una apuesta por la literalidad y la poesía como lugar político desde donde decir. Una escritura que no hace pie en el recurso al montaje sino en desplegar una mirada. Sabemos que vamos en picada en muchos aspectos de la vida en este planeta y no es una caída de la que podamos escapar. La escena como representación y reflexión de un mundo añadido se abre como un ejercicio filosófico. Si los escenarios elegidos construyen relatos donde el agua es escasa o está contaminada, nada de esto nos resulta extraño, del mismo modo que los diálogos aparecen cercanos en un lenguaje sencillo que apuesta a mostrar y decir algo sobre lo complejo del mundo. Un naturalismo enrarecido como a veces se nos presenta nuestro mundo introspectivo. Cuando se suspende la mostración del teatro nos queda la metáfora como experiencia de ese mundo añadido y como reflexión especular y laberinto.
Jesica Lourdes Orellana nació en Buenos Aires en 1981, pero inmediatamente su familia se radicó en Jovita, al sur de Córdoba. Es dramaturga, actriz y directora. Licenciada en Teatro por la Universidad Nacional de Córdoba (U.N.C), profesora de las cátedras Investigación en Artes y Poéticas teatrales en la Universidad Provincial de Córdoba. Es doctoranda en Artes e integra el equipo de investigación Ontología social y poder. Dimensiones conceptuales, políticas, educativas y culturales. Primer premio del Concurso Provincial de Dramaturgia, Agencia Córdoba Cultura (2017).
Julieta Reyes nació en San Luis en 1984, pero se crío en Neuquén desde muy chica. Es dramaturga, directora y actriz. Licenciada en Teatro en la Universidad Nacional de Córdoba (U.N.C). Diseña luces, escenografía y vestuarios. Practica la autopublicación y la colaboración en la edición de voces emergentes periféricas, anónimas para el patriarcado y para los centralismos dominantes, sin muchas pretensiones y con una hp laser. Intenta mantenerme en la autogestión siempre.