Avatares: Un mundo al revés
Pensada para un público infantil-familiar, esta obra -dirigida por Eleonora Dafcik- se propone borrar los límites entre técnicas y combinando el universo de los objetos con el de los humanos.
Decidida a relatar una historia, una mujer –que pronto sabremos se llama Dolores- se presenta frente a nosotros con un vestido floreado y una pequeña cartera roja. Sus palabras se irán hilvanando para contarnos cómo súbitamente la cotidianeidad se vió alterada cuando “el sol se instaló en el cenit y nunca más se movió”. Las cosas recuperarían su cauce normal, con la excepción de un pequeño detalle: los hombres se habían achicado, pero las cosas no. Mientras ella se dirige a nosotros, en el otro extremo del escenario su historia se vuelve cuerpo, o mejor dicho, se vuelve títere. Así se pone en escena el mundo de Gala, su hermanita Lolo y su padre Juan: un mundo en el cual la enormidad de los objetos los volvió imposibles de utilizar para los hombres; un mundo en el cual la lógica sujeto-objeto parece trastornarse. Este es el universo que abre Avatares, obra escrita por Ana Alvarado y dirigida por Eleonora Dafcik,
Gala, cuyos enormes ojos recuerdan a las ilustraciones de Eduard Gorey, es demasiado inquieta para quedarse en la costa junto a su abuela y decide ir a la ciudad por sus propios medios en busca de su padre. En esta historia, el topos del viaje iniciático es uno de los elementos clave, junto con el del mundo al revés, hecho que resulta lógico si consideramos que la obra tiene en el público infantil a su espectador ideal –aunque no exclusivo.
El diálogo entre actores, títeres y sombras, constituye otro de los elementos fundamentales. Desde el comienzo, pueden observarse tres espacios: en uno de los lados, vemos a Dolores (Driollet), en el centro de la escena una pantalla y al otro extremo, se encuentra la mesa sobre la que Gala, Lolo y su padre se moverán. Siguiendo un criterio espacial, podríamos ordenar -quizás un poco esquemáticamente- a un lado la narración y actuación, al otro, la manipulación (Cueto, Landino, Garay y Vigna), y entre ellas, en el centro de la escena, la proyección de sombras. Pero sólo a primera vista esta separación parece claramente delimitada.
Avatares no intenta simplemente combinar el universo humano con el objetual o de conjugar diferentes técnicas, sino de borrar, de hacer estallar, los límites entre ellos. En este estallido, lo que originalmente se presentaba como un espacio reservado para las sombras, explota y se fracciona. Lo proyectado no resiste la inmovilidad de ese céntrico marco rectangular y escapa a su fijación: el auto en movimiento, que daba cuenta del viaje a la casa de la abuela, se traslada a una pantalla más pequeña y móvil que se pone delante de ella sin dejar de moverse y poniendo a la vista de todos artificio de la proyección. A esto, le sigue el juego de Lolo con su sombra (siguiendo textualmente las indicaciones de su abuela), o la discusión detrás de pantalla entre titiritera y narradora mientras sus siluetas se proyectan. Momentos, todas estos, que se confrontan a lo podemos considerar un uso “tradicional”. En medio del viaje, Gala tropieza con una función de teatro de sombras. Así, a través del recurso del teatro en el teatro, se presenta una obra cuyas figuras caladas recuerdan al estilo del wayang indonesio.
La explosión alcanza también al límite entre narración/actuación y manipulación: Dolores emocionada con su propio relato es corregida en varias oportunidades por los manipuladores. A esto debemos añadir que lo que parecía una historia lejana, finalmente se nos revela como la puesta en escena de los propios recuerdos, como un testimonio que se volvió cuerpo, superponiéndose el personaje-humano con el personaje-objeto.
Desde la trama se nos plantea una inversión, se nos muestra un mundo al revés. Los seres humanos se achican, no así los objetos, por lo cual aquello que antes era manipulable, ahora no. La lógica sujeto-objeto se trastoca y la relación con las cosas, en su nueva dimensión, parece acercarse a la que viven los niños.
Avatares -inicialmente presentada en el marco del ciclo Autoras Argentina realizado en el Teatro Nacional Cervantes- forma hoy parte de una nueva selección que propone Daniela Fiorentino desde Pan y Arte (Boedo 876), sala que viene trabajando como espacio de visibilización para el teatro de títeres y objetos.
Ficha técnico-artística
Autoría: Ana Alvarado
Actúan: Paula Cueto, Mónica Driollet, Néstor Garay, Ana Ladino, Miguel Angel Vigna
Diseño de escenografía: Eleonora Dafcik, Alejandro Szklar
Diseño de títeres: Néstor Garay
Realización de títeres: Néstor Garay
Proyecciones: Alejandro Szklar
Música: Cristian Añon
Asistencia de dirección: Geovany Heredia
Dirección: Eleonora Dafcik