La sombra de una nube y cuerpos que se derriten en un constante contraste
CABA – Diez son los cuerpos sufrientes que se derriten sobre el escenario de la sala del Aérea Teatro en La sombra de una nube. Dirigida por David Señoran y representada por los bailarines de su compañía. Un obra intensa, donde reinan las polaridades.
Un mensaje claro transmitido en muchos lenguajes
La función comienza en negro: paredes negras, asientos negros, escenografía negra. La luz está apagada, no vemos, pero oímos. Se oyen suspiros, pasos lentos, roces. La primera variación es en silencio. Solo se perciben los sonidos del cuerpo del bailarín. Cuando golpea el piso, cuando inspira, cuando exhala, cuando se toca. Una secuencia de movimientos que combinan distintas dinámicas. Como sucede en toda la obra, lo cortado y lo fluido conviven.
Con carácter denso, vital, fuerte se transmite la idea reinante que atraviesa la función. “Lo que me interesa es el impacto y el daño que genera en el cuerpo los discursos del odio”, nos contó en una entrevista David Señoran. Son también, las migraciones forzadas, parte de la narrativa.
Los intérpretes circulan por un espacio limbo, tanto por su rol, como por su ubicación dentro de la ficción. Por un lado, los límites están difusos. No podemos hablar de una obra pura de danza contemporánea, ya que en ella conviven el teatro, la música, los textos, las canciones. El mensaje se transmite en tantas lenguas quiera escucharse. Por el otro, los personajes se encuentran en un “espacio intrafronterizo donde no hay un antes ni un después”, nos explicaba Señoran. Están escapando de su origen, sin lograr llegar a ningún lado.
Una cercanía prudencial
Los espectadores de La sombra de una nube no saldrán indiferentes de la obra. Estarán, de forma literal, tan cerca de sus performers que es imposible que el vello no se les erice. De hecho, los artistas se encuentran a menos de tres metros de distancia de los primeros asientos. Los sentimos respirar, sudar, hasta sollozar, mimetizados por su danza.
En sus movimientos y parlamentos se hacen perceptibles el abandono, el dolor, la fuerza, lo inevitable, la lucha, la esperanza. Pero toda la experiencia se vive desde una distancia prudencial. En una serie de escenas se nos hace evidente el artificio teatral. Los artistas nos interpelan directamente, nos recuerdan que es una obra lo que estamos viendo. Nos colocan un freno a las emociones que empiezan a desbordar y fundirse con el mar que nos rodea.
“Me gusta que la voz esté presente en escena. Es con ella que puedo establecer puntos vinculantes con el público y así conmover”, señalaba Señoran.
El odio y la esperanza
Lo sucio, lo roto, lo oscuro se mezcla con la fuerza, las ganas, la ilusión. “La idea es que se transiten los dos lugares”, confió el director al preguntarle por estos contrastes. El odio es corporizado por el personaje en traje. Este no baila, habla. Es el encargado de presentar el discurso fóbico, el que rechaza la llegada de los migrantes. Es el que presenta las posturas reales actuales ante estos sucesos, como cuando apoya la necesidad de estas personas de escapar de su lugar de origen pero no la necesidad de ofrecer su tierra como un nuevo hogar, “¡acá no!” grita.
La unión que se da entre el resto de los bailarines, es la que les permite sobrevivir. Como ligados entre sí, no se sueltan, se sostienen y se acompañan. Se impulsan hacia arriba, hacia la esperanza. Consciente del odio existente, anhelan que este se disipe “como la sombra de una nube pasajera”.
La iluminación aporta un rasgo fundamental a toda la presentación, delimita el espacio e impacta. Los cuerpos se derriten y las figuras se derrumban no una vez, sino cuatro. El cuerpo en carne y hueso es acompañado por tres sombras. Sus propias sombras reflejadas en las tres paredes que enmarcan el escenario, completan el movimiento.
Las manos, los gestos, las lágrimas se repiten. Las caídas, resbaladas y fueras de eje también. Todos estos elementos hacen palpable lo circular del desgaste. Situaciones que pasan, y siguen pasando. No terminan sino que vuelven a comenzar.
Siempre parecería haber un aliento más.
Ficha técnica:
Performers: Lautaro Cianci, Lucas Coliluan, Francisco Cruzans, Celeste Fonseca, Luis Garbossa, Lucía Girardi, Florencia Indómito, Sergio Jardín, Arian Ortellado, Ariel Osiris, Virginia Rossi, Inés Silvestre.
Diseño escenográfico: Alejandro Mateo
Diseño lumínico: David Seiras
Diseño de vestuario: Laura Sol Torrecilla
Diseño Gráfico: Pablo Vega
Fotografía: Adrián Arellano
Diseño musical: Juan Barone
Preparación vocal: Francisco Cruzans
Textos: Pehuen Gutierrez – David Señoran
Realización escenográfica: Norma Rolandi, Roxana Ciordia, Gastón Gatti
Asistencia de vestuario: Rocío Gutierrez
Prensa: Prensopolis
Social Media Managers: Euclides Pérez – Luis Vallejo
Asistencia de Producción: Virginia Ayesta
Coordinación de producción: Gabriel Cabrera
Asistencia de dirección: Julia Sleiman
Dirección General: David Señoran.
Imágenes de esta nota: gentileza de Alejandra Pía Nicolosi, encargada de prensa.
La obra se representa los días domingo a las 20hs en la sala Aérea Teatro, en Bartolomé Mitre 4272, Almagro.